(Texto enviado hoy en la Niusléter de la BiPA)
También he estado pensando en cuestiones relacionadas con la poesía. Uno intenta hacer de su vocación una profesión, y mira, no le dejan. Es así de gata la realidad. Por ejemplo, nadie, pero nadie, entra en mi blog Paseante Extranjero, y menos con la sana intención de ver si hay un poema nuevo. Tengo que escribir estas gacetillas para recordárselo. Pero no me quejo (o no lo suficiente). Ya sé que en el mundo de habla hispana no nos gustan los blogs, que carecen de la autoridad necesaria para despertar no sólo nuestro interés, sino alguna muestra de fe y/o fidelidad.
A lo mejor, lo que pasa es que tenemos miedo a llegar inadvertidamente a creerles, y eso nos pone en peligro de rondar la herejía. Nadie quiere oler a la chamusquina de haber leído algo que a los demás no interesa. Es posible que haya que ser un poco más protestantes para que prestar atención a otras voces no nos parezca tan extravagante y arriesgado.
En cualquier caso—y llego por fin al motivo de la presente gacetilla—o sea, a lo nuevo— resulta que he estado prestando atención a las distintas, y cada día menos nuevas, formas de hacer llegar un poema a otros miembros de una sociedad que podríamos denominar neo-oral. (¿Puedo decir neoral, y así me ahorro un guión y una O en el teclado?) (Es la nueva pereza.)
Hasta hace poco, parecía que las lecturas públicas, los recitales de poesía, ocuparían su lugarcito en la neoralidad , pero la neorrealidad, o la neonormalidad, o el neofuturo colado en el presente por algún tipo de viralización que, aunque esperada, nos tomó por sorpresa, ha precluido este loable esfuerzo en pos de la relevancia.
También están las redes sociales, que como su nombre indica, son trampas en las que uno no debería caer si es mayorcito. En ellas, hay gente que se filma recitando. No lo considero un error, y menos algo inmoral, pero la verdad es que yo no tengo la cara para eso. Quizá en otra época, cuando juventud y guapicidad, o hacerse el guapo, eran valores artísticos que detentaba. También hay gente que cuelga sus poemas en lugares tan perniciosos como Instragram (donde me pueden encontrar como colomroger). Es muy probable que carezca de experiencia en esto, y es posible que mi comprensión no alcance a dar fruto, pero lo que he visto atrapado en esa red tiende a lo simple. Hay pocas cosas menos simples que el lenguaje, de ahí mi humilde reticencia. (Un apunte por pura asociación de palabras: siempre me gustó eso de pecar de soberbio por estar orgulloso de la propia humildad.)
¡Pero algo tenía que hacer en mi, aunque lo diga yo, noble intento de insertarme en la neoralidad! Noble y desesperado pueden ser sinónimos, según las circunstancias. Y aquí viene la invitación que da motivo a esta larga carta y/o gacetilla. Como la neoralidad tiene un fuerte componente visual, se me ocurrió probar por el lado de lo que algunos llaman “videopoesía”. ¿Por qué no echar un vistazo y satisfacer la curiosidad que tan felinamente sé que los corroe por dentro y por fuera? Para ello, pueden ir al canal de la Biblioteca Popular Ambulante en YouTube.
Espero que les haga gracia alguno y que les interese esta exploración, entre las muchas que seguramente les reclaman atención (perdón por la rima, a veces resulta inevitable). Recomiendo empezar por la Trilogía delivery.
Y si les interesa esto, también les recomiendo que se suscriban al canal, y que toquen la campanita si quieren recibir esas molestas “notificaciones” cada vez que surja a la superficie digital, cual cadáver inesperado, un nuevo videopoema.
En caso de que hayan leído hasta aquí, les doy las gracias, y los dejo con un poema arrancado de las fauces de una escritura olvidada en la basura y salvada, momentáneamente, por un servidor ligeramente orgulloso de su humildad.